viernes, 21 de noviembre de 2008

El sofá comodo.

Acababa de llegar del trabajo, me quite el traje que la empresa me obliga a llevar y me puse ese pijama que todos utilizamos para estar en casa, sea la hora que sea.

Este pijama me lo regalo una antigua novia que tuve que, a pesar de lo mal que acabamos, huele a ella, y no penséis que no lo lavo desde que lo deje (que hará de eso un par de años), si no que todo aquello que te lo ha regalado alguien que le tenias cariño, siempre acabas obsesionado en que huele a el/ella, aunque lo eches encima cinco kilos de estiércol.

Pues como decía, me estaba preparando para hacerme una tortilla con quesitos, de las cuales tanto me gustan. Encendí la encimera y empezó el aceite a calentar, mientras batía los huevos y le echaba los pequeños trozos de queso. La verdad que cuando haces una comida de las que tanto te gusta, parece que cada batida, cada corte y chorreo de aceite lo mimas: el corte lo haces milimetrado, con delicadeza, ajustándolo a la medida exacta del trocito de queso que hay que echar, porque si no te sale el corte bien, eres capaz de no comerte la tortilla que tanto te has trabajado.

Mientras le daba la vuelta a mi comida con caché, el móvil me empezó a sonar. En la pantalla vi: Cati. Catalina, aunque todos la llamábamos Cati, es una gran amiga mía. Es la única amiga que tengo en la ciudad, ya que hace poco me vine para acá una vez que me independicé de mis padres. Tengo amigos, pero amiga solo ella. No suelo rodearme de muchas chicas, más bien soy tímido y muy reservado para mis cosas.

Sostenía el teléfono con el hombro, mientras cogía la sartén con su asa:

- Dime, Cati.
- ¡Ei, José! ¿Qué tal? – me preguntaba como saludo.
- Pues nada, tía, aquí estoy, preparándome una tortilla…
- De quesitos, ¿no? – me cortó ella.
- …Como me conoces…¡jajaja! –

Cati es de esas amigas de las que tus amigos te preguntan “¿estas con ella?”, tu les respondes “No, somos amigos” y ellos te recriminan “Joder, con lo buena que está y tu sin follartela… ¿eres gay?” Para responder a esa pregunta, la cual no nos hacen mucha a gracia a muchos, no, no soy gay. Pero Cati es esa amiga, que desde un principio la conoces como posible rollo, pero ese posible rollo se hace tan largo que finalmente pasas a la fase “Amigo”, esa fase que ni puedes ascender, ni puedes descender, esa fase que nunca podrás salir con ella como pareja, ni podrás tampoco pelearte con ella, porque sois tan buenos amigos y os conocéis tanto, que cómo vais a derrochar esa amistad tan profunda…

- ¿Te apetece salir este sábado? – me preguntaba ella
- ¿Al cine? No hay nada interesante, sinceramente…
- No, al cine antiguo. Ese que hay en la calle Alberto Aguilera, donde proyectan películas antiguas. Me apetece algo tranquilo…
- A mi también, tal estrés tengo en el trabajo que lo que menos quiero es meterme en un sitio donde hay mas jaleo…
- Vale, la sesión empieza a las diez, ¿me recoges?
- Por supuesto, a las nueve y media en tu casa.
- Besos, gordi…
- ¡Besos, fea!

¡Ya tenia plan para el sábado! La verdad pensaba quedarme en casa haciendo limpieza, guardando la ropa de verano y sacar parte de la ropa de invierno…cosas que tengo aun pendientes de hacer…



A las nueve y media ya estaba en su casa, esperándola. Le pegué un pequeño claxon, para no molestar a esos vecinos que han estado todo el día trabajando, y al rato salió ella.

- ¿Qué tal, guapo? – me decía mientras me plantaba dos besos en la mejilla.
- Ya ves, recogiendo a una vagabunda…- le decía para cabrearla.
- ¡Que tontorron! – me decía ella pegándome una colleja de forma cariñosa.
- Vamos al cine, ¿no?
- Claro, ¿Dónde si no? – me decía ella, como si yo no supiera nada…
- No se, podíamos ir a mi casa y ya tu sabes… - le decía en broma.
- Lo siento, José, sabes que lo tuyo y lo mío nunca será posible ¡jajaja! – me contestaba ella.

Arranqué el coche y nos fuimos al cine antiguo. Normalmente allí iban dos perfiles de personas: las parejitas recién enamoradas y los friáis del cine antiguo…nosotros escapábamos de esos perfiles.

Compramos unas palomitas, unas bebidas y nos dirigimos a los asientos que formaban la sala.

La película que proyectaban era “Luces de la ciudad” de Charles Chaplin, una película que, personalmente, me encantó, aunque ya la había visto anteriormente, pero por no romper el plan de Cati, preferí callarme y disfrutar como si fuera la primera vez que veía esta obra maestra.

Al salir, me preguntó ella:

- ¿Te ha gustado? Es preciosa…
- Ha estado bien… - le decía dudando
- …
- …
- Ya la habías visto, ¿verdad? – me decía ella.
- …Si… - contestaba de forma tímida.
- ¡Contigo no se puede ver ninguna película! ¡Las tienes todas vistas! – me decía gritando pegándome una torta suave en el hombro.
- Sabes que me gusta el cine, y una película como esta no se me podía escapar…
- Serás…Mira, se me quitara el enfado si me invitas a una cerveza en tu casa.
- Vale, espero que tenga el frigorífico lleno de cervezas, que de eso no hay duda, y la casa este limpia, cosa que no creo que ocurra.
- Me da igual, mientras haya cerveza… ¡jajaja!
- Entonces, ¡Vamos!

Mi casa es un piso bastante acogedor, con decoración moderna y lo mejor que tiene, y no es porque sea mía, son los sofás. Algo tienen esos sofás que hacen que te quedes dormido al instante, y no soy el único que lo dice:

- ¡Tío, que sofás más buenos tienes! ¿Dónde te los compraste?
- Pues la verdad que los compre en la primera tienda que vi donde vendían sofás, tenia que amueblar el piso de alguna forma.
- Claro…como tú ganas bastante, ¿qué mas te da gastarte lo que sea en unos sofás como estos?
- No es eso; necesitaba algún sitio donde sentarme a gusto viendo una película con mi cerveza.
- Tráete la cerveza, anda – me mandaba ella, evitando mas explicaciones sobre los sofás.

Mientras yo iba a la cocina, le preguntaba que tal le fue las dos semanas que no la había visto:

- Bueno, dime ¿qué has hecho en estas dos semanas? – le preguntaba mientras metía la cabeza en el frigorífico y retiraba tappers de comida en busca de las cervezas perdidas.
- Me fui de viaje – me contestó ella, sin dar mas explicación, sabiendo que no me había contado nada.
- ¿De viaje? Anda que me dijiste algo…
- Me fui con unos amigos…
- ¿Amigos? Pero si solo me tienes a mi como amigo – le decía de broma mientras asomaba por el marco del comedor de la puerta.
- ¡Va! Se empeñaron algunos amigos en ir a Ámsterdam de viaje y allí estuvimos tres días. Pillamos un vuelo barato, unos albergues y ya esta.
- ¿Y con quienes fuiste? ¿Con los compañero de clase? – le decía mientras le ponía la botella sobre la mesa del comedor que tengo enfrente de la tele (típico sitio donde se apoya las piernas). Cati trabajaba de administrativa en un hospital, pero a la vez se intentaba sacar un curso de peluquería, que era algo que tanto le gustaba.
- ¿Este cuadro es nuevo? ¡Esta chulisimo! – me decía ella levantándose del sillón y acercándose al cuadro. Yo le seguía con cerveza en mano. Fue un cuadro que compré en el centro comercial. En el aparecía un disco de un teléfono antiguo y una mano marcando el 8.
- Si, me lo compré la semana pasada: Esta pared estaba vacía y necesitaba algo con que decorarla – le contestaba yo.
- Te he traído un regalito de Ámsterdam – me decía ella.
- ¡Ah! ¿Si? ¿¿Qué es?? ¿Las típicas vacas de colores de allí? – le decía yo todo ilusionado.
- ¡Que va! ¡Algo mejor! – me decía ella mientras buscaba en su bolso - ¡Mira!

Una bolsita con hierba fue lo que sacó de su bolso y no era precisamente té; efectivamente era María.

- ¿Te has traído eso desde Holanda? ¡Te podían haber parado en el aeropuerto!- le decía cabreado.
- ¡Va! Estos holandeses son demasiados confiado… ¿Quieres probar lo que es calidad? – me dijo ella incitándome a probarlo. Evidentemente yo no podía privarme, siempre fui un enganchado a los porros.
- ¡Faltaría más! ¿tienes papel? Yo tengo.

Saque mi cajetilla de papel, la cual no la había abierto desde hace un par de años, desde que entré a trabajar en este trabajo tan formal que no me dejaba ni fuera de ella disfrutar de la vida.

Nos pusimos a fumar mientras en la tele dejamos el canal italiano Rai 4 que podíamos pillar por la TDT. Hablamos sobre chorradas, mezclando cerveza con los porros. Sobre la pequeña mesa había más de diez botellines vacíos, unas patatas fritas y mucho humo en el comedor, tirados en los cómodos sofás.

- Tío, nunca he hecho un curso de italiano, de hecho nunca he ido a Italia, pero entiendo perfectamente lo que dicen en el debate este de italianos ¡jajajajaja! – me decía ella fumada perdida.
- ¡Tía, estas chutada perdida de la Maria esta holandesa! ¡jajajaja!
- Ya, ¡pero qué buena está!

Los dos nos tumbamos de una forma muy rara: los pies sobre los reposaespaldas del sillón, las cebas nuestras una junta a la otra, con nuestros pelos entremezclados y mirando al techo, mientras que el humo que se mantenía en la habitación hacia dibujos raros y nosotros intentábamos adivinar que intentaban retratar.

- Mira, ese quiere dibujar un carro – le decía yo mientras le pegaba una calada al porro que me había pasado Cati.
- Pues ese parece una pareja de enamorados uniendo sus cuerpos –decía ella mirando a otra nube. Me cambié de postura y me puse mirando a ella.
- ¡Tía, que bonito lo que acabas de decir! – le dije yo. En ese momento ella cambio su postura y se puso enfrente de mí mirándome, cara a cara, con las frentes pegadas. En ese momento se quedó callada, no decía nada, solo nos mirábamos con las frentes pegadas, sin despegarse un milímetro.

En ese momento noté que sus labios temblaban, pidiendo algo pero que su boca no era capaz de decir por no romper ese momento.

Su temblor en los labios se le contagio a los míos, y poco a poco se iban acercando, a la vez que nuestros ojos se cerraban, como intentar no ver algo de lo que luego podíamos arrepentirnos. Finalmente nos besamos. Era algo mágico, algo que nunca te esperas, como si de repente vas por la calle y te cae desde el cielo un millón de euros, algo que en la vida puede suceder, pero siempre hay uno entre un billón de que pase, y este fue ese uno.

Entre lo drogado que iba y la emoción que solo expresaba besándola no sabia que hacia, pero lo que hacia a ella le gustaba.

Pasamos la noche juntos, besándonos, acariciándonos, haciendo el amor y hablando con susurros…mientras los espectadores y protagonistas del debate italiano sobre la presidencia italiana nos contemplaba como testigos de ese momento.
Nunca olvidare ese momento…

Al día siguiente, al despertarme, ella estaba al lado mía, tumbada, acurrucada mientras yo la abrazaba. En esos primeros minutos no caí quien era, pero la seguía abrazando. Una vez que me despejé de verdad caí que era Cati y como si con una torta me hubiera despertado me levante corriendo al baño.

Allí, corriendo cerré la puerta con seguro y me senté sobre la tapa del vater cogiendome de los pelos diciendo en voz baja:

- ¡¡Putos porros de mierda!! ¡La acabo de cagar! ¡¡Joder!! – El cuarto de baño era pequeño, pero lo suficiente como para dar vueltas por el, pensando que mierda acababa de hacer…Si, lo se, tirar una amistad por el cubo de la basura.

A los quince minutos de pensar como arreglar esto, salí de allí y me dirigí al comedor… ella ya no estaba. Se fue.

Me senté en el sofá y tumbé la cabeza sobre el posabrazos…olía como su cabello… Sobre la mesa me dejó una nota:

Esta tarde pasaré por el café Central Perk. Espero verte allí.

Cati.


Supongo que ella también calló en lo que habíamos echo esta noche, y prefirió no saber nada y salir corriendo del sitio, dejando ninguna pista…bueno, si, su olor sobre el posabrazos…


A las cinco estaba sentado en la terraza del café, esperándola, todo arreglado (me había echado gomina y todo, cosa rara en mi). La verdad que en la nota no me dijo hora, pero era aproximadamente la hora que quedábamos para tomarnos algo los domingos de resaca.

A lo lejos de la avenida venia ella. Por allí iba, con sus andares y ese arte que tiene, con su cabello largo bailando con el aire. Iba agarrado de alguien…era Miguel, amigo común. Aunque si habíamos quedado para hablar sobre lo que paso, no se qué pintaba Miguel aquí.

- Hombre, José ¿qué tal? Cuanto tiempo ¿no? – me saludaba Miguel.
- Hola, Miguel, aquí estamos, tomándonos un Licor para calmar la resaca de ayer… - decía mientras miraba a Cati agarrada del brazo de Miguel.
- Nosotros vamos a ir al pub este nuevo que han abierto, el Seven, a tomarnos algo. Hemos quedado con una pareja de amigos.
- Ahhh…vale… - no pude decir otra cosa. En ese momento me acabé de dar cuenta que Cati estaba con Miguel…ya entiendo toda la conversación sobre el viaje… no fue con amigos del curso…fue con Miguel… - Bueno, pues que os divirtáis.
- A ver cuando quedamos para echar una partida al billar… ¡Para volver a ganarte! – me decía él invitándome a divertirnos…si supiera que va a ir su puta madre…
- A ver… - le dije yo.

Salieron caminando avenida arriba…en un momento, no muy lejano del sitio donde estaba sentado, miró hacia atrás, y me lanzó un beso…





Su BSO:

2 comentarios:

Jf dijo...

OSTIAS!!! Que en esta historia no hay asesinato, ni suicidio, ni volamiento de tripas.. toma ya! por fin una historia corriente. Felicidades, chumacho!. Me ha molao...

Místico Atormentado dijo...

Pero hay sexo y droga, por supuesto! jajaja. La verdad es que te encanta lo morboso de las historias de sexo, drogas y rock'n'roll, aunque en esta no hay mucho rock'n'roll.

No me ha gustado tanto como otras (el hilo argumental no tiene mucha chicha), pero desde luego sí más que la anterior (porque te luciste, hijo).

Vamos evolucionando. A ver si la próxima ya no incluye drogas... y como seas capaz de hacer una historia buena sin sexo... ya es que te pongo un monumento!!

Un abrazo!