sábado, 18 de octubre de 2008

Ron con Coca - Cola

Era un sábado por la noche. Colgué el móvil tras haber hablado con ella. Estaba tirado en el sofá, haciendo zapping, sin prestarle atención a lo que la caja tonta quería enseñarme, pensativo y con el vicio de pulsarle al botón + del mando.

De repente, como si se encendiera la bombilla que tenemos todos sobre la cabeza, decidí llamar a Pedro.

- Pedro, ¿Qué haces, cabrón? – le decía yo.
- Pues nada, tío, acabo de encerrar el coche en el garaje. He estado todo el día con Sheila.
- ¿Y ya estás solo? – le preguntaba.
- Sí, vente para mi casa.
- Que va. Vamos a salir, tío. Vamos a los locales que hay por el centro.
- ¿Tú? ¿Salir? ¿Te has dado un golpe? Si para ti salir es ir al cine – se burlaba Pedro.
- Qué gracioso.- decía con ironía.- Que va, tío, me apetece salir.
- Venga, vale. Déjame que me duche y te recojo.
- Perfecto. A las una en mi casa.
- Venga.

Colgué. Rápidamente fui a ducharme y buscar alguna ropa nueva, ya que tras la mudanza tenia todo en cajas. Planché y esperé viendo ese programa de cotilleos y más tarde me fui al tranco de la puerta.

A los quince minutos de salir de mi casa, mientras jugaba con una hormiga y un palo, sentí el claxon de su Renault Megane. Allí estaba él con la música reggaeton haciendo pedazos los altavoces.

- Tío, vas a hacer trozos los altavoces – le regañaba.
- Que va, si hace una semana se los puse nuevos. Son Pioneer – respondía él. Siempre le gustó preparar el coche y mantenerlo lo más preparado. Incluso, a veces iba al centro comercial que había cerca de nuestra casa, y ya sabia que él andaba por allí...porque veía su coche. Era único en la ciudad.

Llegamos al centro. Había mucha gente, algunos, a pesar de que fuera las una de la noche, ya estaban echando las potas en algún tranco de un local cerrado.

Mientras que andábamos por la calle y buscábamos algún local que aparentemente pareciera interesante, observábamos a la gente. Algunos haciendo botellón en la acera, otros enrollándose en alguna esquina, y otros con esas motos jaleosas por las calles del centro, dando gritos como animales.

- Fran, vamos a entrar en este local. Tiene muy buena pinta – me decía Pedro. Pedro había salido más de una vez, con su novia o con sus compañeros de trabajo, ya que él era completamente distinto a mí. A mi me iba mas la tranquilidad y otras formas de divertirme. A él mas el jaleo, pero siempre decía que a veces le gustaba un poco “mi rollo”.
- Venga, entremos pues – le contestaba.

Entramos al local, siempre antes de que los porteros, rumanos, grandes y vestidos de etiqueta nos echaran una mirada de arriba a abajo. Estaba completamente repleto de gente, no había ni una losa del suelo por cabeza, era brutal. Delante mía iba Pedro, haciendo camino hasta llegar a la barra, mientras tocaba a las tías por la cintura de una forma cariñosa y a los hombres solo con mirarles con mirada de cabrón.

Llegamos a la barra y allí nos pedimos lo que más nos gustaba a cada uno: él, un JB con Coca Cola; yo, un Martini blanco con Sprite. Hasta para los gustos éramos distintos…

- Tío, como está el ambiente, ¿no? – me decía él para hablar sobre algo.
- Pufff…tú sabrás más de esto que yo – le contestaba.
- Pues viniendo hacia la barra, más de una te ha echado una mirada de arriba abajo…con ganas de hacerte pedazos ¡jajajaja!
- Anda, deja de decir tonterías.

Los dos no soltábamos la barra, con la espalda apoyada en ella; éramos como los porteros de la entrada a la discoteca, quien la tocaba, le echábamos una mirada de arriba abajo. Los dos estuvimos callados, solo observando el ambiente. De repente, me toca el hombro:

- Tío, te tengo que decir una cosa, que no te va a hacer gracia.
- Dime, no te preocupes – le dije.
- Viene Sheila – dijo él rápidamente.
- ¡Tío! ¿Para qué le dices que venga?
- Me lo dijo ella, y como comprenderás no le voy a decir que no – se justificaba él.
- Joder, ¿pero es que no entiende que es una quedada de amigos? – le preguntaba.
- Venga, Fran, ¿qué más te da? No se porque te cae tan mal…
- No me cae mal, simplemente que respete nuestro espacio.
- Tu tranquilo, que veras que bien nos lo pasamos.
- … -no conteste. Solo quería que la noche siguiera tan bien como iba.

Mi forma de divertirme siempre ha sido rara. Cuando la mayoría de la gente se lo pasa bien en una discoteca hablando una con otra y enrollándose con ellos o con ellas, yo, con solo estar al lado de mi amigo, en puro silencio y haciendo el payaso a nuestra manera, con eso me bastaba.

A la hora de la conversación que tuvimos que casi hace irme de allí, vino ella. Solo me miro a lo lejos y directamente puso sus ojos sobre él. Le saludo con un “Hola” muy suave, y se empezaron a besar.

- Anda que…será perra…se va a cortar mañana – decía para mi mientras me giraba para ver como trabajaba la camarera.

Al rato, a los quince segundos, sentí un toque de un dedo en el hombro, como si alguien quisiera que me diera media vuelta, y me la dí. Vi a Sheila, me dijo “Hola” de una forma casi susurrando, a pesar de los altavoces, y me planto un gran morreo en los labios. Me quedé a cuadros, pero le seguí el juego…

Al terminar, me quedé mirando a Pedro, pero Pedro ni se inmutaba, como si fuera su madre cada vez que iba a su casa y me besaba en la mejilla…es como si le pareciera que fuera normal.
Al instante de dejar de besarme apoyó su cabeza en mi hombro y le pidió a la camarera un ron con Coca – Cola. Cuando se lo sirvió se puso delante de nosotros y sacó una bolsita de plástico con cocaína en ella.

- ¿Qué pasa? ¿Nos divertimos? – decía ella mostrando la bolsita.

Pedro me miró y me hizo un movimiento en la cabeza como de “vamos” dirección al baño. Llevaba 3 copas, y no si era la emoción del beso de Sheila o las copas, pero tiré junto a ellos.

En el baño fue puramente una orgía: Pedro esnifaba, yo besaba a Sheila y la iba desnudando; Yo esnifaba y Pedro besaba a Sheila; Sheila esnifaba y los dos la besábamos por el cuello, por la espalda, metidos en esas cuatro paredes que formaba la habitación del retrete.

Los tres nos pusimos ardiendo con ganas de pasárnoslo muy bien. Así que salimos corriendo del baño y de la discoteca y nos fuimos directamente al coche de Sheila, que lo tenía más cerca aparcado que Pedro. El piso estaba a escaso kilómetros del centro, por lo que no nos pilló ningún control de alcohol.

Al entrar en el portal del piso, ya empezábamos a besarnos, unos con otros, otros con unos, un no parar, y desnudándonos.

Sheila se sacó las llaves y abrió la puerta y todos directamente a la habitación de Sheila…

Fue una noche bastante excitante para contarla…

A la mañana siguiente, a las nueve de la mañana, estaba en la cocina, tomándome un vaso de leche caliente con Cola Cao, solo, sentado, con los pantalones vaqueros solos puestos, reflexionando sobre cómo fue la noche y con una tremenda resaca.

Al rato de sentarme, apareció Pedro en calzoncillos por el marco de la puerta:

- Tío, ¿Qué haces despierto? – me preguntaba con los ojos achinados de la gran resaca y estirándose.
- No tenia sueño… - le contestaba desanimado.
- Te lo pasaste bien, ¿eh?
- No estuvo mal, la verdad – le respondía.
- En la vida te has visto en esta situación ¡jajaja!. – decía mientras se sentaba en la silla opuesta a la mía.
- Bueno, he tenido de todo…
- ¿Tu? ¿El gran aficionado al sillón, el de las vueltas tontas con el coche y el cine de los viernes? ¡Venga, por favor! – decía burlándose de mi, creyéndose poco mis palabras.
- Nunca conocerás a una persona del todo.
- ¡¿Qué dices?! A ti la resacas te sienta peor que a mi.

Sobre mis piernas sostenía una pistola, con el dedo puesto en el gatillo y apuntando a Pedro, que estaba en el otro extremo de la mesa.

- ¿Sheila sigue durmiendo?
- Sí, está durmiendo.
- Sheila nunca quiso ver esto…

Apreté el gatillo y le di en todas sus partes. Se cayó de la silla con las manos puestas en la herida y apenas podía gritar del dolor que sentía. Sangraba como si se tratara de una matanza...y lo era. Me levanté de la silla y me puse en sus pies, viendo como sangraba y ponía el suelo de la cocina encharcada de sangre. Me quedé mirándole a los ojos y me puse de cuclillas cerca de él…

- Adiós, Pedro – dije y le pegué un tiro en la cabeza. Lo maté.

Me senté en ese sillón relax que tenia en su amplio comedor que daba a esa silla ensangrentada y goteando esas lagrimas rojas que brillaban por la luz que entraba desde la ventana y observando como se encauzaba la sangre hacia el patio.

A la media hora fui al baño y me lavé las manos, la cara y el pecho de las salpicaduras de sangre. Me sequé con la toalla y en ese momento apareció Sheila y me dio un beso en la espalda.

- Buenos días, guapo – me decía.
- Buenas. – me giré y le di un beso en los labios.
- ¿Lo has hecho?
- Si, esto se ha quedado zanjado – le decía dando fin a un plan que llevábamos tiempo planeando.
- Vale, dejamos el cuerpo aquí y nos vamos fuera de España. Tardarán en encontrar el cuerpo, ya que es un piso de vacaciones y poca gente vive ahora aquí.
- …
- ¿Te pasa algo?
- No, solo es la impresión. Vamonos.




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1 comentario:

Anónimo dijo...

tio estoy inspirado, y despues de leer tu blog he escrito algo para el mio, bueno en realidad la ultima entrada la he leido despues y creo que ha sio espectacular, vamos de pelicula, jaja

ya ves que nosotros tenemos estilos diferentes para escribir, pero esta bien el tuyo, vamos que te aplaudo, que me ha gustao, jeje, aunque algunas veces me parece ver como un dejá vu en tus historias, quiza demasiadas veces, jeje, no se cada uno escribe de una manera, yo las dos cosas asi mias que tengo en el blog, tambien son por experiencias, pero no se, distinto, me gusta,

ultimamente estoy amando mucho el arte, no se estoy muy poetico-romantico-bohemio, jajajaja


bueno tio, que a ver si nos viesemos la proxima vez que vaya y que te vaya bien chauuuuuuu