martes, 30 de diciembre de 2008

El mirador del viaje

Y por fin llegué al albergue. Allí, dejé mis maletas y saqué mi mochila llenándola de las cosas que más me iban a hacer falta para este pequeño paseo por la ciudad: mapa, agua, galletas, dinero, cámara de fotos, el abrigo… No me paré ni siquiera a ver qué tal estaba el albergue, lo único que quería era visitar esta pequeña gran ciudad…

Salí rumbo a conocer la ciudad. Era una ciudad del siglo XV, amurallada, todo verdoso y con muy pocos negocios, pero los pocos que había, vivían del turismo.

A mí siempre me gustó viajar solo, y casi siempre lo hacia de esa manera: cuando tenía mis vacaciones, arrancaba el coche y camino a la primera ciudad que veía en el mapa. En este caso, me toco una ciudad del norte, donde se estaba en pleno día a cinco grados.

Allí, visité la iglesia, la plaza mayor, el ayuntamiento, sus murallas, el alto de las murallas, el paseo en ellas, y allí… Una chica me miraba de frente, apoyada en la parte saliente del muro, con las manos metidas en el bolsillo y su largo cabello al aire…

- …Hola… - decía con un cierto toque de tímida.
- Hola…Cuánto tiempo, ¿no? – nos decíamos, pero en ningún momento ni uno ni el otro se daban el beso de saludo.
- Si, ya casi mas de tres años…
- Si, y parece que fue ayer…
- …Si…Bueno, ¿quieres que te enseñe la ciudad? – me preguntaba ella, de alguna forma para romper el hielo.
- No hace falta, me he comprado este mapa que me explica todo muy bien… - decía yo, como siempre rompiendo los buenos momentos.
- ¡Déjate de mapa y fíate de mí! – me decía ella tirando bruscamente de la guía, dejándolo caer al suelo y a la vez cogiendome de la mano.
- Ya lo hice la ultima vez, y no salimos muy bien parados – dije yo, pero, de verdad, me salio del alma. Mi intención no era reabrir heridas….
- No diré nada… - ella prefería callarse…

Me acompañó en todo el viaje, desde las 10 de la mañana que fue cuando nos vimos en esa muralla fortaleza que cubría la ciudad, hasta cuando empezó a caer el sol, anochecía y tocaba un pequeño tour por la ciudad de noche, donde salía esa parte de la ciudad que no se ve de noche.

Antes de que anocheciera del todo, ella quiso llevarme a un mirador de la ciudad, que según ella, muy pocos turistas y guías conocían, pero quizás era el mejor sitio para ver una puesta de sol.

Nos sentamos en el tranco del mirador, que daba a un barranco y allí, abajo, se veía el gran lago de la ciudad, donde el agua estaba serena, que servia de espejo para el sol, mientras muy pocos pájaros que desconocía, pasaban rozando el agua en captura de un pequeño pez para sus crías y alimentarlas.

- ¿A qué es precioso el sitio? – me preguntaba ella mientras los dos contemplábamos las vistas.
- Si, es precioso y ¡esto no venia en la guía!
- Para que veas que no todo esta en las guías.
- Te haré caso la próxima vez…si la ahí…
- Me quedaría aquí toda mi vida…
- …
- ¿Todavía sigues pensando en mi, Víctor?
- ¿Qué te hace pensar eso, Cristina? – nos preguntábamos, sin despegar los ojos de la puesta, pero no por lo bonita que era, si no porque no éramos capaces de mirarnos…Y así estuvimos todo el viaje…
- Me meto casi todos los días en tu blog, y se que muchas de las historias que escribes van dirigidas a mi…
- Creo que en ninguna historia he firmado poniendo que van dirigidas a ti…
- Ya…pero quien te conoce sabe que si… - decía ella.
- ¿Acaso me conociste en el tiempo en el que estuvimos viviendo juntos?
- Te conocí bastante…Además, ahí una barbaridad de ciudades en España en el que puedes ir de turismo y has venido a la que sabias perfectamente donde me residía…
- Siempre tuve ganas de ver esta ciudad… Y, por cierto, tengo entendido que vas hablando muy bien por ahí de mi, incluso he oído decir que fui un gran amante…
- Habladurías… - decía ella mientras seguíamos sin mirarnos a los ojos, y el sol ya casi ni se veía… Se iba haciendo de noche…
- Donde hubo, retuvo…
- Lo dirás por ti…
- Lo digo por los dos…
- …No puedo resistirme… - decía ella en voz baja, como si estuviera deseando quitarse algo de encima. Se quitó la coleta, se dejo esa melena suelta que tanto me gustaba, giro su cabeza al lado derecho donde yo me sentaba, me cogió del cuello de la camisa, y me obligo a girar mi cabeza a mi izquierda. – Estas deseando de volver a probar mis labios, esos labios con los que tanto te gustaba jugar y los que nunca has olvidado… - me decía ella poniendo sus labios rozando con los míos solo en el momento en que hablaba, y yo, con todas mis ganas deseando probarlos.
- ¿Quién ha dado por hecho de que quiero jugar con ellos? Además, la última vez esos labios me jugaron una mala pasada…
- Se ven en tus ojos…y los ojos son el espejo del alma… - me decía ella, mientras me quitaba la mano del cuello y las pasaba por mi mejilla, acariciándome el pelo, las orejas, dibujando en aquello que una vez fue suyo…
- Pero a veces la razón se impone ante el alma… - le decía mientras mis manos subían por su abdomen, pecho, recorrí su cuello y poco a poco llegaba su cara donde dibujaba junto a ella.
- Pero en el amor, el alma supera a la razón… - ambos seguíamos hablando uno enfrente del otro, sin separar nuestros labios, pero a la vez sin besarnos.
- Tu lo has dicho, querida, la razón se queda por debajo del alma, pero no queda fuera de juego...a veces la razón puede llegar a ganar…

El sol se escondió definitivamente, y allí, sus labios, decididos a juntarse con los míos, mientras los míos, temblorosos de esa tensión que se vivía en ese mirador.

Retiré mis labios de los suyos y se los puse pegados al oído:

- A veces la razón puede llegar a ganar… - le decía en voz baja, casi insonora. Le di un beso en la mejilla con todo mi amor y me fui…

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