martes, 30 de diciembre de 2008

La Tesis

Allí estaba yo, apoyado sobre la barra del bar, observando todo lo que me rodeaba esa noche: camareros, copas, chicos, chicas, chicos borrachos, chicas borrachas, chicas quinceañeras que los porteros las dejaron entrar sin ni siquiera pedir su DNI…

Sabía perfectamente a qué hora llegaba ella…Sobre la una de la noche estaría ya fumándose su cigarrillo y pidiendo su bebida favorita: ron con Coca – Cola.

Efectivamente: a las una menos diez llego a la barra, rozándome con ese perfume que se echaba cuando estaba con ella en aquellos tiempos remotos. Se sentó en el taburete de la barra, pidió su ron con Coca – Cola, pago los siete euros que costaba la copa, mientras detrás de ella, un chico llamado Rafael, conocido por toda la ciudad por sus grandes músculos (aunque yo mantengo la teoría de que aquel que tiene grandes músculos, de cerebro va algo atrasado), se acercaba a ella, sin aun conocerla y pude contemplar parte de la conversación que mantuvieron:

- Hola, guapa… ¿Vienes de visita por esta ciudad?
- Lo siento, chico, soy de aquí. ¿Te conozco? – decía ella haciéndose la dura.
- No, pero a partir de ahora me vas a conocer, mi nombre es JuanMi.
- Encantada – decía ella dándole la mano, cogió su copa y se dio la vuelta dirigiéndose a su grupo de amigos con los que había venido.
- Vete, pero te estas perdiendo a una gran persona por conocer… - decía el a medio grito, intentando convencerla.

Viendo que el pobre JuanMi no triunfaba con la chica le pidió un chupito de tequila al joven camarero que nos servia por aquella zona de la barra. Yo, como si su cabeza fuera de cristal, veía transparentándose sus ideas, y sabía casi a la perfección su segundo pasó a dar.

El camarero le servio el chupito, y viendo que le miraba a él mientras cerraba sus dedos a coger ese pequeño vaso, me dijo:

- ¿Qué? ¿Tengo monos en la cara?
- No, pero si como si te hubieran dado con un saco lleno de martillos – le decía yo, sin cortarme.
- Ummm…me caes bien… ¿Un chupito?
- Venga, aunque ahora mismo estoy bebiendo Whisky, pero por mezclar con un simple chupito, no creo que pase nada.
- Camarero, ponle a mi nuevo amigo otro chupito de tequila a mi costa – le decía dirigiéndose nuevamente al chico joven de la barra. Mientras me lo servia, él se esperó y me empezó a hablar. - ¿Por qué nos mirabas mientras hablábamos?-.
- Soy sociólogo y estoy aquí para estudiaros. Tengo que hacer una tesis sobre el comportamiento de los jóvenes en los lugares de ocio y ahora mismo estaba estudiando vuestro comportamiento natural, fuera de esos libros que nos tenemos que estudiar, y viendo en directo todos vuestros comportamientos – en ese momento me sirvió el chupito.
- ¿Y que dice tus libros sobre mi comportamiento? ¿Qué lo estoy haciendo bien?
- Digamos que mis libros no cuentan nada, aunque si te recomiendo que la dejes…es muy difícil…
- Ya… Pues deja de estudiar y emborráchate – me dijo él, haciendo caso omiso a mi consejo. Ambos cogimos el pequeño vaso y trago de tirón, pasando esos grados de alcohol por nuestras jóvenes gargantas. – Que te sea leve tu estudio. Adiós.- se despidió.

Yo, apoyado en la barra para que no se cayera (ironía), seguía con mis whisky, bebiendo como si se tratara de vino: saboreándolo, sintiendo sus aromas, el paseo del líquido por mi lengua…

Pasado las horas, ella volvió a pedir otra copa, tras las dos que se había bebido antes, y como era normal, cerca de donde estaba. JuanMi volvió a acercarse a la chica, ya que, tal como dije antes, su cerebro es de cristal, y una de las ideas por la se le pasó fue acercarse a ella dos horas mas tarde, ya que estaría mas contenta y así, poder conocerla (y, porque no, llevársela al huerto…).

- ¿Otra vez tú? ¿No te he dicho que me dejaras en paz?
- No, que yo sepa no me lo has dicho – decía él, intentado que fuera mas amable ella con él.
- Es verdad, no te lo dije, te lo di a entender: ¡Déjame en paz! – decía ella muy borde.
- Mira, te seré sincero: son las 3 de la mañana, y hasta las 7 o a las 8 que te quedarás aquí, voy a seguir insistiendo, hasta que me concedas, por lo menos, un baile…la canción a libre elección tuya.
- Dios… ¿pero que quieres de mi? – decía ella harta, pero poco a poco iba cayendo en las redes del chico de la perilla, JuanMi.
- Solo quiero un baile contigo y, si me apuras, conocerte, pero eso ya lo hablaremos después, ¿vale?
- Ummm… déjame que me lo piense…mientras vete con tus amigos y no vuelvas a dirigirme la palabra durante, por lo menos, dos horas.
- Esta bien, pero a las dos horas volveré a darte el tostón…
- Vale, Vale… - decía ella mientras se iba hacia el grupo de sus amigos, y él en la barra, al lado mía, con la copa medio llena, pero pidiendo otra, ya que por los nervios no sabia que hacia.
- Enhorabuena…parece que lo vas a conseguir – le decía yo, mientras él miraba a un lugar pendiente de conocer con una pequeña sonrisa que espantaba los moratones ficticios que le había echo el saco de martillos.

En el momento que escuchó mis palabras salio de ese sueño y me miró:

- ¡Anda! ¡Pero si eres tú! ¿Todavía sigues estudiando?
- Ya ves, no descanso para mear ¡Jajaja!
- Ya veo, ya…al final creo que has salido perdiendo… - decía él, recriminándome el consejo que le había dado.
- Si, eso parece…

En ese momento llegó el camarero con la copa que le había pedido y diciéndole el precio de ella.

- Perdona, pero te has tenido que equivocar…yo no he pedido nada…
- ¿Cómo que no? Me has dicho que te sirviera esta copa… - decía el chico joven empezando a cabrearse.
- Vale, vale. Toma. – le decía mientras le daba el billete de 20 euros- Te gusta el Whisky, ¿no?
- Bueno, al alcohol no le hago asco…
- Vale, pues esta copa te la invito yo, por ese consejo que me habías dado ¡Jajaja!
- Brindemos por tu futura conquista – le dije levantado la copa para brindar.

Se despidió de mí y se fue. Mientras, yo allí, con dos copas casi sin empezar y el alcohol, sin nadie, a pesar de lo contradictorio que era, ya que la discoteca estaba a rebosar.

Seguí con la vista a JuanMi y no estaba muy lejos de mí: con sus amigos, unos tres o cuatro echándose unas risas y apostando entre ellos si esta noche conseguiría ligársela.

Digamos que yo me encontraba entre la chica (que, a mi entender, se llamaba Sara) y él, ese colega que me había echado en la discoteca y que lo más seguro que mañana me olvidaría de su cara.

Acabé mi copa y empecé la otra que me había invitado JuanMi. En ese momento salio una canción que a mí me traía muchos recuerdos: Apologize de One Republic, un grupo norte americano, un gran éxito en todas las cadenas de radio, canción lenta.

De reojo, vi como Sara se acercó a él, le cogió de la mano y le retiro de su grupo de amigos. Se fueron a un lugar en él que ni los amigos de Sara ni los de JuanMi los podían ver…pero yo, que pillé el sitio ideal donde veía gran parte de la discoteca, los veía.

Allí, en ese lugar, bailaron.

Viendo como ambos bailaban de una forma sensual y se susurraban cosas al oído, tras terminar la canción, los dos coquetearon con sus puntas de las narices y sus sonrisillas, y no quisieron volver con sus amigos…A los tres minutos, tonteo tras tonteo, se besaron, de una forma seria, sensual, como si de enamorados se tratara.

- Dime cuanto te debo, chico – le decía al camarero preparado para irme, mientras sacaba mi monedero.
- Son cinco copas…33 euros, por favor. – decía todo educado el chico joven.
- Toma, quédate con el cambio, Gracias.
- A ti.

Antes de salir por la puerta de la discoteca quería pasar cerca de ellos. Justo rozando el bolso de ella, saqué mi puñal del gran bolsillo que llevaba la chaqueta y se lo clavé en todo el estomago. Su cuerpo calló ensangrentado al suelo, tapándose la profunda herida que le había provocado. Me acerqué a el, me puse tras su oreja y le susurré:

- Te recomendé que la dejaras – le pasé la hoja del cuchillo por el cuello. Se ensangrentó.

No soy sociólogo, ni tampoco estoy haciendo una tesis, pero conocía a Sara, fue el amor de mi vida y nadie podía tocarla… nadie…

No hay comentarios: